Este señor insistente, conciente de su poder,
me dice: relájese, mire a través de la ventana,
coja el libro, finja que lo lee, perfecto.
Más tarde, en su laboratorio, después de que la luz
imprima el papel fotográfico
empezaré a asomar tenuemente, lentamente
en la bandeja del ácido revelador.
Este señor me llamará con los sortilegios de su oficio
y yo apareceré
como él espera que aparezcan todos los poetas:
maricas mirando en lontananza
o angelotes ensimismados en las bellas letras.
¿Y si en la soledad del laboratorio, de pronto,
sonara la voz de otro poder, más terrible,
y me ordenara
que no me detenga en mis facciones, que siga
revelándome
sin detenerme
hasta mostrar las simas de mi carne, mis células,
mi entramado más íntimo?
¿Sólo el pálpito inicial de donde vine
quedará temblando sobre el papel negro?
José Watanabe
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viernes, abril 27, 2007
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